Una perspectiva a la novela policial mexicana: de la ironía del crimen a la minificción

Rafael Bernal y Fernando Sánchez Clelo, autores influyentes, inmortalizaron sus obras. "Un reflejo en la penumbra" y "El complot mongol" impactaron en su época, marcando un cambio en la narrativa policial mexicana. Bernal inició la novela negra en México, y Sánchez Clelo reconstruyó el género.

Una perspectiva a la novela policial mexicana: de la ironía del crimen a la minificción
Una perspectiva a la novela policial mexicana

Rafael Bernal y Fernando Sánchez Clelo son ese tipo de autores que han sabido cómo impregnar su esencia dentro de la sociedad. En su respectivo momento, ambos han sido grandes figuras, con altas y bajas, como muchos escritores, sin embargo, han sabido alcanzar la inmortalidad a través de las palabras.

Un reflejo en la penumbra y El complot mongol con dichas características, respectivamente, llegaron en un momento que causaron cierto impacto en su época, ya sea porque los lectores tuvieron sus complicaciones o, todo lo contrario, la aceptación fue muy buena entre ellos. Ambos autores marcaron un cambio significativo dentro de la narrativa policial mexicana. Bernal con El complot mongol inauguró un género que hasta entonces no se había desarrollado en México, como la novela negra; mientras que Sánchez Clelo llevó a dicho género a una reconstrucción de estilo, trama y extensión. 

Introducción: la novela policial mexicana

 la novela policial mexicana
la novela policial mexicana

El complot mongol de Rafael Bernal es considerada como la primera novela negra escrita en México, así como la más grande de todos los tiempos en este país, pues todos sus componentes dirigen a la obra a su total disfrute: abarca del humor que posee hasta los momentos de tensión, los cuales se esconden entre cada una de sus páginas. 

Conformada por un agente encubierto que trata de liberar la tensión internacional al ser comunicado, por rangos más altos que él, de un posible atentado, en una reunión que se celebrará en México, contra dos presidentes: el local y el extranjero. Filiberto, el protagonista del libro, ya viejo y lleno de experiencia por todas las hazañas que realizó a lo largo de su vida, comienza una nueva aventura al formar parte de esta misión para proteger la integridad de su país, al mismo tiempo que se relaciona con un amor que no lo dejará tranquilo, pues él no puede dejar de pensar en aquella mujer. 

Bernal, a través su experiencia, nos brinda una magnífica vista dentro de los zapatos de Filiberto García, ya que es el personaje con una mayor desenvoltura a lo largo de la historia con todos aquellos retoques acerca de su pasado, es aquel que nos cuenta que ha llorado, ha gozado, entre otras cosas, y nos mantiene bastante enfocados en la historia, pues no es un informante convencional ya que el libro está repleto de la reiteración de ideas, incluso el repetir la misma maldición una y otra vez ‒ aunque con un diferente objetivo ‒ dentro de la trama le otorga un dinamismo que no se ve en cualquier otro escrito.

Por su parte Un reflejo en la penumbra tiene la característica de ser una obra distinta a la de Bernal desde la propia estructura y composición. La obra de Sánchez Clelo es tal que nos permite brindarle dos tipos distintos de análisis, que la enriquecen en sí misma, sin perder las características del género policial como: el agente encubierto; el segundón; el Coronel, aquel de alto rango que da las órdenes; el que aparenta ser bueno; el amor.

En un primer punto de análisis, se puede percibir la recopilación de una serie de minirelatos o minificciones que  lo único que comparten es el personaje principal y el mismo contexto, pero que, por separado, cada relato toma sentido en sí mismo y no es necesario adherirlo a una estructura más grande. Sin embargo, la riqueza de esta obra radica en que se puede concebir la obra como una secuencia novelística que toma sentido en su totalidad, en que cada uno de los relatos conforma un capítulo que da sentido al que le sigue y se conforma del mismo estilo que una novela policial clásica.

Como se menciona en el prólogo a la obra de Sánchez Clelo, el autor le ha impreso un nuevo giro a la ficción súbita al aplicar la técnica del minicuento a lo que se llama “novela negra” a partir de prosas breves que relatan varias historias independientes pero que, a medida que se lee, logran crear un efecto acumulativo que da la sensación de que el libro es realmente una novela.

Un reflejo en la penumbra es un libro que narra la historia de un personaje que en apariencia es el típico hombre de la novela negra, Buck Spencer, un detective privado que tiene la característica de ser un tipo duro de pelar, irónico y solitario, “instala en su sórdida oficina – donde hay un perchero del que cuelgan una gabardina y un sombrero, y él carga un revólver bajo el brazo – donde recibe a sus clientes, amigos y enemigos para que les resuelva algún caso”. 

La novela negra desde dos puntos de vista

La novela negra desde dos puntos de vista
La novela negra desde dos puntos de vista

La novela negra en México ha sufrido diversos cambios, desde la aparición de la primera obra que se instauró dentro de este género en 1969, cuando Rafael Bernal presenta su obra El complot mongol, hasta nuestro siglo donde la velocidad y espontaneidad de la vida ha alcanzado al género de una forma que lo ha llevado a reinventarse, y en 2016 con Un reflejo en la penumbra la minificción marcó una reconstrucción del género que mantiene al género con un mayor alcance, pues se adapta perfectamente a los nuevos tiempos, en el que los lectores disponen de mucha información y poco tiempo para leer y para elegir.  

Así, ambas obras poseen medios que las han ayudado a resaltar en su época contrastadas con otras novelas del mismo tópico. El desarrollo de personajes, la narración, la ironía en la que se basan, la comparación de hechos reales con los impresos en el texto, entre otras cosas. No son obras con los mismos elementos, sin embargo, todavía conservan características que las unen.

Una de esas particularidades que destacan mucho es el tratamiento de la ironía, pues es un recurso que tanto Bernal como Sánchez Clelo supieron emplear al momento de manejar la pluma. Cada quién tiene su forma de contar las cosas, de innovar cuestiones tratadas varias veces, de mover las piezas que faltan para conformar el ambiente que los mismos hechos se han encargado de solidificar.

El humor es un gran recurso que puede servir con varios objetivos, incluso, si está bien tratado, puede llegar a ser un arma en cualquier ámbito, su capacidad es muy grande.

La obra de Bernal usa la ironía como un estimulante a lo largo de la historia, Filiberto es un policía que trata con un asunto internacional, no es algo que pueda ser tratado como cualquier cosa. Sin humor, la tensión sería tanta que no cualquiera podría soportar tanto ajetreo, incluso el lector, quien también está envuelto en la historia.

Por otro lado, la obra de Clelo emplea un estilo completamente diferente, la minificción, ya que no es un personaje dentro de la obra quien relata la historia, sino que es un narrador en tercera persona. Por el estilo de este texto, la ironía conforma parte esencial de la obra al ser la forma con la que Sánchez Clelo nos introduce a los personajes o hechos que conforman el relato, sin embargo, su forma de escribir es oscura que no produce risas mientras uno lee, sólo está presente como parte de la obra.

Ambos muestran una faceta de la literatura con esta técnica, que, de algún modo, la manejan con un procedimiento no tan convencional. Pues la ironía en sí no toma parte de una sola definición, pero, como se menciona en el libro de Turner, la ironía es como un acertijo y, a su vez, la solución al mismo, lo que le da más sentido a la lectura de Clelo, que envuelve sin provocar alguna emoción de alegría.

Desarrollo de los personajes

Desarrollo de los personajes
Desarrollo de los personajes

Otro rasgo importante a destacar en estas dos grandes obras policíacas es el desarrollo de los personajes. De la misma manera que lo anterior, no son lo mismo, pero conservan sus semejanzas en varios aspectos. Podemos encontrar personajes tanto altos como bajos dentro de ambos textos.

El que se encarga de las cosas desde su escritorio, manda órdenes y trata de buscar el bien a través de los demás.  El Coronel y Buck Spencer, con la imagen del investigador privado y una especie de antihéroe, comparten el mismo papel.

Rosendo del Valle muestra a aquél que busca mejorar las cosas, aunque no sea de la mejor manera. No le importan los daños colaterales de sus acciones mientras todo resulte conforme al plan. Su cara está encubierta por falsas acciones.

Por otro lado, aunque ya con menos semejanza entre ellos, destaca el Licenciado, un ente misterioso del cual no se sabe mucho más que su utilidad en el libro que, de alguna manera, cobra importancia dentro del asunto. Es quien provee lo que el protagonista necesita: información. Su papel es tal que sin ellos los hechos  que ocurren en cada caso serían distintos aunque su verdadera historia quede oculta entre las páginas del libro.

Cabe destacar que, a pesar que ambos textos muestran la parte más siniestra de la humanidad, no es posible seguir sin un alma pura e inocente. Algunos personajes no comprenden completamente lo que pasa alrededor de las personas que están involucradas en distintos asuntos, pero, con un aire de ingenuidad demuestran que el ser humano no está completamente destinado al desinterés por los demás. Sobre todo, el personaje principal es el involucrado en esta sección, el agente secreto, aquel que se esconde y no logra ser descubierto.

Filiberto y Buck tienen completa relevancia, aunque sus personalidades sean distintas. El primero es duro sabe lo que hay que hacer y no acostumbra a trabajar en equipo, es más, le molesta formar parte de uno. Estos personajes son los que le proporcionan su esencia a la novela policiaca, todos ellos aportan mucho de sí y están envueltos en casi toda la historia de la novela.

Es significativo el lenguaje con el que cada autor marca su novela, pues convierten el ambiente en algo más que una simple cadena de hechos. Bernal consigue un tono rápido y ágil al momento de contar, pues, el tiempo es lineal. Lo que puede llegar a ser más confuso es el narrador, pues cambia constantemente a lo largo de la obra, algunas veces puede ser confundido ya que, debido al salto sin previo aviso, no se sabe si es Filiberto o el narrador quien ahora está hablando. Ésta característica le proporciona cierto humor a la novela, estos cambios son bastante entretenidos.

La obra de Sánchez Clelo da un tono mucho más sobrio; pues, como lo cataloga Juan Armando Epple, el “micropolical” es un texto brevísimo donde hay un crimen, ya sea real, anunciado, virtual, soñado o simplemente imaginado. En la que se hacen presente los rasgos más distintivos del género como la parodia, la elipsis o el metarrelato.

Ambas obras son esclarecidas en un corto periodo de tiempo. Bernal le da una duración de tres días. Sánchez Clelo no es tan preciso por los mismos confortamientos temporales y la propia naturaleza de la obra, al ser una serie de microrelatos que puedan o no estar relacionados, pero sí es posible decir que no hay un largo periodo de la primera a la última hoja del libro, ya que todo se relaciona con la misma serie de acontecimientos. 

Uno de los asuntos importantes de la novela policiaca giran en torno al asesinato de alguna persona, sin él, no habría este tipo de novelas como tal. Las dos obras no se quedan atrás e involucran la muerte dentro del asunto, que es el punto central de cada una. Aunque en El complot mongol no haya ocurrido este crimen de semejante gravedad ‒ claro está, sin contar las muertes secundarias, de las que el libro no podía prescindir ‒, todo el asunto se enfoca en el posible atentado en contra de, no una, sino dos vidas, y por si fuera poco, figuras primordiales en el ámbito político, que son los presidentes de dos naciones.

El mérito de Sánchez Clelo reside en que logra hacer vigente un género que nació hace casi dos siglos, cuando Poe presentó Los crímenes de la calle Morgue, llevándolo al terreno de las minificciones actuales con referentes musicales, cinematográficos y literarios fácil de recuperar y que le dan un valor mayor a la novela. Pues, aunque las minificciones no son brevísimas, sino que se extienden más allá de una página. Los textos son independientes y no existe en ellos una secuencia que señale una intención de trama interconectada que podría convertirlo en una micronovela, asumiendo que existe tal categoría. Sin embargo, como señala Lara Zavala, “da la sensación de que el libro es realmente una novela.

La estética tiene mucha ambientación propia del comic (piénsese por ejemplo en el mundo de Dick Tracy), con una variada fauna de personajes grotescos e inquietantes que animan por sí mismos las historias, entramando la sátira con lo más tenebroso del submundo delictual. El lector conocerá al Cerdo Harry, Gregor el Apestoso, Chacal y otros seres propios de una galería lúgubre y ridícula, así como una serie de mujeres bellas y sensuales que equilibran la sordidez. 

No todas las novelas han sido creadas para transcender o permanecer en la historia, sin embargo hay quienes sí lo han hecho debido a su gran capacidad para marcar algo en cada uno de nosotros, puede ser una emoción, puede ser una reflexión, pero, a fin de cuentas, ellos se quedan dentro del corazón de las personas.


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